Por Francisco Esquivel.
Francisco Esquivel demuestra cómo una simple imagen en redes sociales puede desencadenar un viaje emocional a través de décadas, revelando el poder de la memoria y la nostalgia en la era digital.
En “Me quedo en esta imagen”, Francisco Esquivel construye una narrativa íntima que parte de una fotografía de Instagram para explorar los mecanismos de la memoria y la permanencia de ciertos momentos en nuestras vidas. El texto revela cómo la tecnología moderna puede servir como portal hacia recuerdos profundamente arraigados.
“30 minutos atrás, desde las bondades de la tecnología y los acercamientos virtuales, recibí el reporte de que, en Caacupé, iba cayendo dulce el atardecer. Igual es lo que al mismo tiempo ocurría en Ciudad del Este, donde me encuentro. Sin embargo, el panorama de mi vista que apunta hacia el este goza de mayor privilegio cuando sale el sol antes que en su puesta doce horas más tarde.”
Esquivel utiliza una imagen compartida por María José desde Caacupé como catalizador para un viaje temporal que lo transporta al año 2001. Esta técnica narrativa muestra cómo las redes sociales, más allá de su función de comunicación inmediata, pueden funcionar como dispositivos involuntarios de la memoria.
“El escenario de todo, es una imagen en Instagram. María José, entre los cerros de las cordilleras de ese departamento geográfico, que es uno de los más lindos del país, la publicó en tiempo presente de sus sentidos para que mi sistema límbico acepte su invitación y así comience su viaje al tiempo pasado.”
Esta reflexión revela la sofisticación con la que el autor comprende los procesos neurológicos de la memoria, mencionando específicamente el sistema límbico y su papel en el procesamiento emocional de los recuerdos.
“Gracias a eso, ahora estoy en el 2001, ‘no quisiera pasar esta imagen”, fue lo único que le comenté al respecto. Y no quisiera que así fuera, pero el tiempo pasa y eso pasa todo el tiempo. Aun sobre el tiempo y su atropello, existe una lámina sensible, una capa suave, un fino cinto seguro que nos protege de su despiadado avance.”
Aquí, Esquivel introduce una de las reflexiones más poéticas del texto: la idea de que existe una protección natural contra la brutalidad del paso del tiempo, una “lámina sensible” que amortigua el impacto de la nostalgia.
“No deja olvido a su paso. Permanece quizás, eternamente. No quisiera pasar la imagen, a mí me parece verlo, en un fin de año como este que, nos vuelve a abordar acelerados. Por aquel tiempo eran exámenes de escuela, hoy son responsabilidades de alguien crecido.”
El autor establece un paralelismo entre las responsabilidades del pasado y del presente, sugiriendo que aunque el contexto cambia, la intensidad de la experiencia vivida permanece intacta en la memoria.
“A mí me parece verlo, con su camisa de vestir acomodada perfecta. Sus lentes en el bolsillo del pecho izquierdo, acompañando al pañuelo blanco de líneas finas granates. Abuelo tenía por costumbre llegar a Caacupé unos días antes de la fiesta patronal y nos alojábamos en el Hotel Uruguayo, a pocas cuadras de la basílica de la Virgen.”
La descripción minuciosa del abuelo y del entorno de Caacupé durante las festividades religiosas muestra cómo ciertos recuerdos se mantienen vívidamente preservados, con todos sus detalles sensoriales intactos.
“Mis 9 años de edad y el atardecer de recién, observan chipas distribuidas alrededor del templo, ven sonreír a familias y a sus niños jugando en las calles y los patios, un centenar de imágenes de la patrona de la fe nacional en oferta, también hay rosarios y asaditos cuyos aromas no solo tientan, sino que evocan. Sillas de madera y pirí por la ciudad entera.”
Esta descripción sensorial recrea la atmósfera completa de Caacupé durante las festividades, incluyendo elementos típicamente paraguayos como las chipas, el pirí y los asaditos, convirtiendo el texto en un testimonio cultural además de personal.
“Colores y entusiasmos compartidos. A mí me parece verlo, ascendiendo la escalera y ubicándose de frente al atardecer. Hace calor y las cigarras comenzaron su canto, en poco tiempo serán serenata coordinada de Navidad y verano.”
El autor utiliza el movimiento físico (ascender la escalera) como metáfora del crecimiento personal y el paso del tiempo, mientras incorpora elementos naturales como el canto de las cigarras que marcan el cambio de estación.
“Vamos a ir caminando al Tupãsy Ykua, sudando los brazos y gastando las suelas de los zapatos. Saludando a la gente linda, tomando jugos o tereré en la esquina, nos estamos haciendo grandes, vamos a anhelar, llegar a lugares que no conocemos, desearemos nuevas experiencias, y de vez en cuando, volveremos a esta imagen nueva, vieja para otra vez, sentir lo disfrutado.”
El texto culmina con una reflexión sobre el ciclo de la experiencia: el deseo de nuevas vivencias y la inevitable vuelta a las imágenes del pasado. La referencia al Tupãsy Ykua (fuente de la Virgen) en guaraní añade una dimensión cultural específicamente paraguaya al relato.
Literatura y memoria en la era digital
“Me quedo en esta imagen” funciona como un testimonio sobre cómo la tecnología contemporánea puede activar procesos de memoria profundamente humanos. Esquivel logra transformar una experiencia cotidiana (ver una foto en Instagram) en una reflexión literaria sobre el tiempo, la memoria y la identidad.
El texto demuestra cómo las redes sociales, más allá de su función comunicativa inmediata, pueden servir como archivos involuntarios de la memoria colectiva, capaces de transportarnos instantáneamente a momentos y lugares que creíamos perdidos en el tiempo.
La obra de Francisco Esquivel se posiciona como una contribución importante a la literatura digital paraguaya, mostrando cómo los nuevos medios pueden generar formas narrativas que combinan la intimidad personal con la reflexión cultural, creando puentes entre el pasado y el presente a través de la palabra escrita.