Por Marco Augusto Ferreira
Soy doctor de guiones y editor de desarrollo. Analizo los guiones y las obras de ficción de mis alumnos y clientes; sus personajes, trama, desarrollo, etc., y busco los puntos en los que el autor puede hacer ajustes para lograr que la historia llegue mejor a su público final.
Hay dos personajes: Un comisario corrupto y un jefe narcotraficante que le exige resultados. Ambos se llevan bien, hasta que el Comisario comete un error. Empezamos por ahí.
En una de estas clases, estábamos Iván (El autor) y yo analizando una escena cargada de diálogos entre dos personajes de su thriller policiaco. Los personajes empezaban siendo diálogos, poco a poco terminarían convirtiéndose en antagonistas, pero el problema era que, en la escena, algo no estaba calzando bien.
Resulta que el comisario corrupto, el protagonista de la escena, estaba tratando de exculparse por un percance en el que tuvo que tomar una decisión, y, en cambio, se quedó de brazos cruzados. Lógicamente, esto acabó produciendo un resultado negativo. Sabiendo que el narcotraficante, exigía explicaciones del otro lado del teléfono. El comisario, cansado de explicar que su mejor era ponerse altanero y echarle la culpa a los hombres del narco para así librarse él y que pareciera inocente. El ritmo de la escena se mantenía interesante, hasta que, de repente, el narco le profiere gritos al comisario y amenaza su vida y la de su familia, poniendo en riesgo de quiebre la relación laboral de confianza que tanto les costó a ambos conseguir.
Como resultado frente a este ataque externo, en vez de defender su postura, el comisario se achicó completamente y descartó toda esa jugada de altanería, para, en cambio, aceptar finalmente la responsabilidad, y además disculparse, tal como si todo su argumento hubiera sido un error involuntario o hubiese tenido un lapsus de juicio. Sin embargo, esto no era lo que el comisario se había propuesto obtener al principio de la escena.
“En toda conversación humana, una y otra parte buscan obtener algo de la otra. En muchas ocasiones lo que una persona busca es el ‘dominio’.”
Si bien el autor quería conseguir el mismo resultado: el inicio de un futuro quiebre de las relaciones, las reacciones repetitivas y explosivas no se correspondían con el ritmo de ida y vuelta que llevarían los diálogos, ni con las motivaciones personales de cada uno de los personajes. Podía ser fácil identificar el problema, pero no necesariamente era fácil explicar cómo podían escribirse los diálogos de manera que fuera trepidante leerlos, y que al mismo tiempo reflejaran las motivaciones ocultas de cada personaje y consiguieran avanzar la trama.
En toda conversación humana, una y otra parte buscan obtener algo de la otra. En muchas ocasiones, lo que una persona busca es el “dominio”, dominio manifestado de diversas formas: que la otra haga lo que se le pide, que la otra acepte una verdad, un punto de vista, que la otra lo considere a uno digno de admiración, etc. Como en una discusión entre dos personas cada una pretende llegar a ese dominio, quiero comparar este diálogo con dos escaleras opuestas de 10 escalones, bien separadas en la base, pero unidas en lo alto. Y, comparar ese estado de victoria, con la cima común de ambas escaleras. En esta doble escalera figurativa, el décimo escalón es el dominio absoluto sobre la otra persona, no pudiendo este compartirse. Siguiendo este sentido, el primer escalón queda como un intercambio amistoso de comentarios, no necesariamente envueltos en un conflicto.
“Quiero comparar este diálogo con dos escaleras opuestas de 10 escalones, bien separadas en la base, pero unidas en lo alto.”
Una escalera sostiene a un protagonista, y la otra a su antagonista.
Los primeros escalones son los que mayor distancia implican entre un personaje y otro, porque son los menos conflicto conllevan. Son un: “¿Cómo estás? Tanto tiempo. ¿Te acordás de?”, y los últimos escalones, dependiendo de cómo “escalen” el conflicto y la tensión, acaban en “Te voy a matar, hijo de puta” y el otro muerto, o intercambiándose, habiendo tenido que retroceder cuantos escalones fueran necesarios para dejar al otro salir, porque cuanto más uno trata de subir al siguiente escalón del dominio, más la conversación, menos posibilidades le deja al otro de compartir ese descanso en el décimo, y menos aire les queda para respirar.
En cierto modo, cada escalón subido también tiene que ver con la violencia, en el lenguaje, en las reacciones. Un personaje que siempre mantiene la calma para no tener que estallar en algún tipo de insulto o amenaza; aunque crezca la tensión igualmente, podría subir y bajar entre los escalones cinco, seis y hasta siete. Y, quizás, uno que llegue al décimo, podría recurrir inclusive a la violencia física. El personaje que se mueve entre los primeros, lógicamente, no busca hacer crecer el conflicto, y si siempre está en el primero, significa que se sumisa.
“Los giros de trama al final de las obras: cuando un personaje actúa de una manera sorpresiva e inesperada”
En una conversación real, los seres humanos usamos el subtexto (aquello que queremos obtener, pero que no queremos declarar por miedo a herir la susceptibilidad del otro) para no subir escalones muy rápido, o para no subirlos en absoluto. Queremos el dominio, queremos que la otra persona nos escuche, que no interrumpa, que nos dé la razón, que nos admire, o que nos dé algo que creemos que nos pertenece, pero si se lo decimos abiertamente podemos hacer que salte dos escalones dos al décimo, y de esa manera se produce un choque emocional que solo nos va a traer más problemas. Ese uso del subtexto es el que nos mantiene siempre sin pasar los escalones intermedios, y, quizás, cuanto más directos somos, más cerca estamos del último escalón, porque el otro lo percibe como un intento descarado de agarrar autoridad.
Con Iván llegamos a la conclusión de que, de esta manera es que se producen los giros de trama al final de las obras: cuando un personaje actúa de una manera sorpresiva e inesperada, pero que, en retrospectiva, no es nada ajena al desarrollo que veníamos viendo de él a lo largo de la historia, puesto que inconscientemente siempre aceptamos que esta escalada repentina podría pasar tarde o temprano.
Para ilustrarlo mejor, regresemos al caso del comisario y del jefe narco.
“Cada personaje sube dos escaleras al mismo tiempo. Una es la escalera manifiesta, que son los diálogos y las ausencias del mismo, y otra es la escalera interna o emocional, que guía aquello lo que se manifiesta.”
Supongamos que el comisario siempre fue sumiso frente al narco, hasta este momento en el que tiene que quitarse de encima la culpa por la estupidez que cometió, por lo cual decide ponerse altanero y defender su posición frente al narco, haciéndolo quedar mal a él y a sus hombres. El comisario, que siempre estuvo entre los primeros escalones, ahora se cargó de valentía y subió hasta el quinto, sexto, pero el jefe narco quiere bajarlo, y empieza a usar tácticas de miedo, escalando bruscamente hasta el 10.
¿Qué hacer para escalar el narco, tuvo que haber hecho descender al comisario, porque no se puede vivir en tensión; alguien tiene que ceder, y aquí entra el subtexto. Supongamos que el comisario cede, sin embargo, nunca dejó de pensar que el asunto que salió mal era culpa del narco, y no la suya. Igualmente, el otro, sin darle la razón, dominó la discusión; escaló a su cuesta.
A partir de ahora, las dinámicas en la relación se reagruparon; cambiaron y, por lo tanto, cambiaron los personajes. Aunque en las siguientes conversaciones con el narco, el comisario regrese a mantenerse entre los primeros escalones para no hacerlo explotar al otro, en la psique del comisario pasamos de la sumisión devuelta del respeto, al odio devenido del miedo, justamente porque el narco le negó injustamente (A su criterio) la posibilidad de tener la razón. De esta manera, el comisario empieza a tramar, y a sumar odio, sumando que todo sigue en orden hasta el cubrimiento con el narco, haciéndole creer que todo sigue en orden, hasta que encuentra el momento adecuado. Entonces, imaginándolo a ambos reunidos, con el narco, creyendo que domina al comisario, decide insultarlo o vejar su inteligencia una vez más. El comisario reacciona de forma inesperada, saca su revólver y, para sorpresa del narco, de sus secuaces, de los policías corruptos, y de los lectores, le pega un tiro en la frente y se hace cargo de la operación que había allí mismo.
Del escalón 1 o 2 en el que se mantuvo el comisario (con inteligencia, no dejándose llevar por la emoción), decidió dejarse explotar y lograr el dominio definitivo del otro con un salto directo al décimo escalón.
En una narrativa prolija, se dice que el “giro venía telegrafiado”, ¿por qué? Porque en cada lado del conflicto, cada personaje sube dos escaleras al mismo tiempo. Una es la escalera manifiesta, que son los diálogos y las ausencias del mismo, y otra es la escalera interna o emocional, que guía aquello que se manifiesta.
“Preguntarse hasta qué escalón estaba dispuesto a llegar cada personaje de este conflicto según sus propias motivaciones”
Cuando una historia es nueva para nosotros lectores o público, primero tenemos que entender lo que está pasando, y solo en segundo plano podemos tratar de entender qué sienten los personajes, qué piensan, porque su diálogo también nos está ocupando; entonces la primera parte del trabajo que no sea literario, la trama pasa delante de nosotros, y somos nosotros los que debemos tomarnos el trabajo de interpretarla. Así que ese también es uno de los secretos de los giros de trama: se aprovechan de la atención focalizada del público para sorprendernos y, por eso, en una segunda revisión de la película, juego, libro, cómic, nos damos cuenta de las sutilezas del personaje, del subtexto, de aquello que se escondía en su psique, y podemos ver con mayor claridad cómo cada personaje, más allá de la escalera manifiesta que estaban subiendo y bajando en relación con los otros, muy adentro estaban escalando sus propios peldaños, calculando la manera de dar el salto definitivo que los llevara al dominio sobre el otro. ¿Cuál fue la solución, entonces? Preguntarse hasta qué escalón estaba dispuesto a llegar cada personaje de este conflicto según sus propias motivaciones, y sentarse a analizar: “Este diálogo, ¿sube o baja un peldaño?” Si sube o baja, ¿qué consecuencias tiene en la escalera del otro? “En la manifiesta y en la interna”.
Finalmente, esto solo es una teoría que, en el mejor de los casos, podría dar mayor claridad sobre cómo escribir diálogo que suenen más realistas, coherentes con sus personajes, y que a la vez logren profundizar las relaciones y avanzar la trama.