Por Lic. Coretta Thomson[1]
Orígenes del Patronato de Leprosos de Paraguay.
Cualquiera que esté familiarizado con la historia del mal de Hansen —o la lepra— en Paraguay, conocerá varias organizaciones benéficas religiosas que han contribuido a mejorar la atención sanitaria prestada a los pacientes. El Patronato de Leprosos del Paraguay, una organización ecuménica patrocinada por protestantes —y objeto de este ensayo—, apoyó inicialmente a los pacientes del leprocomio Santa Isabel y, más tarde, enfocó sus esfuerzos en clínicas ambulatorias en los alrededores de Asunción. La Asociación Santa Isabel es una organización benéfica católica fundada en 1943 por Félix Ochoa, un sacerdote asignado al leprocomio; se hizo cargo de la ayuda auxiliar en ese lugar alrededor de 1950. El Comité Central Menonita y varias colonias menonitas paraguayas fundaron el Hospital Menonita Km 81 a principios de los años 50. En un resumen de 1956 sobre la lepra en Paraguay, escrito por Ricardo Ugariza, se menciona una cuarta organización, la «Assoc. C. c Lepra». Parece que esta se trataba de una organización secular, con fuertes vínculos con las redes filantrópicas regionales activas en aquella época, lo que demuestra lo sorprendentemente internacionales que eran los programas de apoyo a los pacientes de lepra paraguayos a mediados del siglo XX.
Dado que es imposible comprender el Patronato fuera del contexto de estas redes, que se han perdido en gran medida en la historia, comenzaremos por ahí. Algunos investigadores han denominado a la década de 1930 la «década dorada» de la filantropía contra la lepra, que, por cierto, fue un movimiento liderado notablemente por mujeres. En las décadas anteriores, muchos países de todo el mundo habían aprobado leyes estrictas de aislamiento; a lo largo de la historia, el grado de separación de los leprosos del resto de la población ha tenido altibajos. Se construyeron colonias para los casos activos, dispensarios para detectar nuevos casos y hacer un seguimiento de los que estaban en remisión, y preventorios para los hijos sanos de los pacientes encarcelados, todo esto a menudo financiado por ciudadanos particulares. Sudamérica no fue una excepción. Brasil y Argentina, vecinos de Paraguay más prósperos que ella, tenían una población de leprosos mayor que la de Paraguay, aunque con una tasa menor en comparación con la población total. Los programas para pacientes de Hansen, tanto aquellos gestionados por gobiernos como los de organizaciones de ayuda auxiliar, eran más amplios que sus homólogos paraguayos y han atraído a más investigadores en los últimos años.
La Sociedad Brasileña de Asistencia a los Lázaros y Defensa contra la Lepra (Sociedade de Assistência aos Lázaros e Defesa Contra a Lepra,) fue fundada en febrero de 1926 por Alicia Tibiriçá. Creció hasta incluir 76 sociedades afiliadas en sus primeros doce años de existencia, y 170 a principios de los años 50. Su objetivo declarado era detener la epidemia de lepra mediante la construcción de colonias y preventorios, y presionar al Estado para que hiciera más al respecto de esta crisis de salud pública. La investigación sobre estos esfuerzos arroja luz sobre la filosofía que subyace a los grupos seculares de ayuda y la impresionante cooperación regional.
De manera similar, el Patronato de Leprosos de Argentina, fundado en 1930, era una asociación diseñada para mejorar la situación de los leprosos y sus familias, mientras que se aseguraba de que se cumplieran las leyes relativas al aislamiento por el bien de la sociedad. Sus publicaciones muestran intensas semanas de recaudación de fondos en noviembre, con campañas radiofónicas generalizadas que ganaron cantidades impresionantes de dinero para los proyectos. La organización argentina también recibió fondos del gobierno, por ejemplo, 100 000 pesos en 1935 como parte del presupuesto nacional. En 1941, Argentina contaba con cinco colonias que albergaban entre 140 y 800 pacientes, la mayoría de ellas financiadas en parte por el Patronato argentino. La división internacional del Patronato, fundada en 1944, tenía conexiones con el Dr. Migone del Patronato de Leprosos de Paraguay, pero trabajaba principalmente con otra organización contra la lepra, dirigida por católicos nacionales, la Asociación Asistencia a los Lázaros y Defensa Contra la Lepra del Paraguay. Lamentablemente, no ha sido posible obtener más información sobre esta última organización.
Ahora centraremos nuestra atención en el Patronato de Leprosos paraguayo, que, aunque pueda llevar a confusión, no está afiliado directamente al argentino. Cabe destacar que, mientras que la organización argentina era católica y estaba financiada en parte por el gobierno, la paraguaya contaba con el respaldo de los protestantes y se financiaba mediante donaciones. El hecho de que trabajaran juntas en décadas de altas tensiones entre católicos y protestantes es prueba de que su misión fundamental de atención y servicio era de suma importancia.
Las dos personas que sentaron las bases para el Patronato paraguayo son Malcolm L. Norment y John Nairn Hay. Norment fue misionero estadounidense enviado a Paraguay por los Discípulos de Cristo, una congregación protestante conocida por su ecumenismo. Poco después de que Norment se casara con Arabella B. Marvin en el estado de Virginia, en agosto de 1919, ambos se embarcaron en su labor misionera con la United Christian Mission Society (UCMC) de los Discípulos. El viaje internacional se realizó en barco, y tardaron varias semanas en llegar a Argentina, donde permanecieron desde diciembre de 1919 hasta febrero de 1920. Luego, se hallaban entre los primeros misioneros de la UCMC en Paraguay y formaron parte del personal fundador del Colegio Internacional. Salieron de licencia en 1924; rumbo a Estados Unidos, su primer hijo, Malcolm Jr., nació en Buenos Aires. Su estancia en casa se prolongó varios años por motivos de salud, y en 1927 se unió a la familia un segundo hijo (Jack Norment, que moriría trágicamente de escarlatina en 1942 y quien da nombre al Campamento Jack Norment de Caacupé). Unos años más tarde, respondiendo a una llamada urgente debido a la partida imprevista de otra pareja de misioneros, los Norment regresaron a Paraguay a mediados de 1931 y reanudaron su trabajo en el Colegio Internacional.
No pasó mucho tiempo antes de que Malcolm, ahora con unos 40 años, viera cómo sus intereses se ampliaban. Ya durante su primera misión había escrito con entusiasmo en World Call, la revista de la UCMS, sobre la labor de la Fundación Rockefeller en la lucha contra la anquilostomiasis: «Este movimiento es misionero en sus fines, si no en sus motivos». Por lo tanto, no es de extrañar que a finales de 1931 ya estuviera ayudando a los leprosos alojados en dos edificios cerca del Hospital de Clínicas, situado en aquel momento en las afueras de Asunción. En un artículo publicado en World Call, describe su visita a una sala de enfermedades contagiosas, «dos habitaciones sin ventanas y con suelo de tierra donde estaban alojados un niño con neumonía y su madre. Sin enfermeras cualificadas y con pocos médicos en el país, hay pocas esperanzas». Más tarde, describió cómo cincuenta hombres y cuarenta mujeres estaban alojados en el único centro del país destinado a esta enfermedad contagiosa y tan extendida. El Gobierno hacía poco, salvo proporcionar el edificio abarrotado y exigir a los estudiantes de medicina que les dieran a los pacientes comida y unos cuidados mínimos. Afortunadamente, los misioneros de la Iglesia de los Hermanos de Plymouth, Nueva Zelanda, les habían proporcionado camas, y el Patronato de Leprosos de Argentina enviaba ayuda de vez en cuando. La American Mission to Lepers (ALM), una organización internacional protestante de ayuda humanitaria, aportó ropa y otros artículos esenciales en la medida en que los fondos lo permitían, y había financiado la instalación de una bañera caliente (considerado una parte esencial del tratamiento en aquella época), que quedó inutilizado cuando el Gobierno no proporcionó leña para calentarlo. Bajo los auspicios de la ALM, Norment visitó a los leprosos en Clínicas para preguntarles qué les gustaría recibir como regalo de Navidad, y todos pidieron alpargatas y yerba mate. Él añadió una muñeca para una niña que vivía en el pabellón de mujeres, y se alegró de ver que los pacientes respondían con deleite, y no envidia por considerar el juguete un «malgasto» de fondos.
Sabemos menos sobre el Dr. John Nairn Hay. Nacido en el Chaco, hijo de padres misioneros presbiterianos que fundarían la Unión Misionera del Interior de Sudamérica en 1902, Hay se crio en Paraguay. Regresó a Escocia para estudiar, se licenció en Medicina en la Universidad de Edimburgo y estudió Medicina Tropical, con especialización en lepra, durante dos años en Londres. Luego viajó a la Guayana Británica con el Servicio Médico Británico en 1927, donde los leprosos que él vio allí le recordaron a los que había visto en su juventud. Así, Hay se convirtió en misionero evangélico de la Misión del Interior de Sudamérica y llegó a Paraguay para fundar un leprosario en 1934. El presidente Eusebio Ayala lo nombró director del hospital militar, le concedió una cátedra en la facultad de medicina y, en menos de un año, Hay también era responsable del trabajo contra la lepra en Paraguay.
Asunción era un mundo aún más pequeño de lo que es hoy, y Hay pronto se enteró de Norment y le pidió que le ayudara a fundar una colonia. No vamos a repasar aquí la historia de la fundación de Santa Isabel, salvo en lo que respecta a Norment, Hay y el Patronato. Inicialmente, se trataba de una empresa conjunta con el Ministerio de Salud y los misioneros protestantes, apoyada por el presidente Eusebio Ayala, en cuyo honor se bautizó inicialmente la colonia con el nombre de San Eusebio. Los primeros pacientes llegaron a finales de mayo de 1934, antes de que el lugar estuviera debidamente acondicionado. Ya que la ayuda oficial apenas existía, los misioneros hicieron lo que pudieron para atender a los pacientes, pero todos carecían de fondos y recursos: era plena Guerra del Chaco y, a nivel mundial, la Gran Depresión había reducido las donaciones internacionales. Un recurso que el Gobierno sí podía proporcionar era la mano de obra de los prisioneros de guerra bolivianos, que participaron en la construcción de los primeros pabellones para pacientes.
Pero Agnes Norment se enfermó y Malcolm regresó a Estados Unidos con su familia en septiembre de 1935. Hay y su familia vivieron en Sapucai durante varios años. Él ejerció como director pro-bono de la colonia, cabalgando allí varias veces a la semana. Se ganaba la vida por un despacho que tenía en el pueblo y otro en Asunción, donde atendía a pacientes los jueves por la tarde. Pero los rumores de que Hay cobraba un sueldo elevado del Gobierno avivó el resentimiento local, y un golpe de Estado derrocó a Eusebio Ayala en febrero de 1936. Con todo en su contra, Hay se vio obligado a abandonar el país.
Preocupado por que, con su partida, los leprosos de Santa Isabel quedaran gravemente desatendidos, Hay dejó una caja en el mostrador del London Bank de Asunción para recoger donaciones para la colonia. Según la tradición, esto fue el catalizador que impulsó la fundación de la «Comisión Pro-Leprosos del Paraguay», precursora del Patronato, más adelante ese mismo año. Como se ha dicho, los enfermos de lepra eran una causa social muy popular en aquella época. Además, la reciente fundación de la colonia y la consiguiente polémica sobre su supervisión, así como una mayor concienciación sobre la enfermedad gracias a las actividades del Patronato argentino, también contribuyeron a que se pusiera en marcha. Por lo tanto, parece que el Patronato encontró un importante apoyo en las clases media y alta de Asunción. La Sra. Aurora R. de Klug, una mujer uruguaya residente en Paraguay, dirigió el Patronato, y Robert B. Lemmon, director misionero del Colegio Internacional, fue clave en la creación de la comisión. La comisión se consideraba claramente una continuación de la labor de Norment, ya que en 2012, un antiguo director del Patronato, Aníbal Fadala, señaló como fecha de fundación 1931 y como primer director a Malcolm Norment. Pero 1936 es su fecha oficial de inicio, y Norment estaba fuera del país en ese momento (aunque volvería a Paraguay, defendiendo incansablemente a los enfermos de lepra, entre 1938 y 1944, y de nuevo entre 1945 y 1948). El 9 de junio de 1941, la organización obtuvo personalidad jurídica y pasó a denominarse «Patronato de Leprosos» mediante el Decreto N.º 7245. Sus oficinas se ubicaron en Colegio, y es un ejemplo de cómo paraguayos y extranjeros, católicos liberales, judíos y protestantes trabajaron juntos, en una época de controversias religiosas, por una causa mayor. Sin embargo, los protestantes reservaron el cargo de presidente para uno de los miembros de su propia iglesia.
Otros de los primeros presidentes del Patronato fueron Manuel Ferreira, Robert Lemmon, J. Raymond Mills y Ramón Figueira, muchos de ellos Discípulos de Cristo. A juzgar por los numerosos viajes que realizaron los representantes del Patronato a las colonias para entregar suministros, meticulosamente documentados en World Call y en varias cartas de Malcolm Norment conservadas en los archivos de los Discípulos de Cristo, sus esfuerzos de recaudación de fondos fueron un éxito.
A partir de 1948, el Patronato, como representante local de la ALM, supervisó la distribución de los nuevos tratamientos antibióticos que hicieron de la lepra una enfermedad curable por primera vez en la historia; de hecho, se les atribuye la introducción del tratamiento ambulatorio en Paraguay, años antes de que la OMS abandonara el modelo de aislamiento tripartito (colonia-dispensario-preventorio). Aunque en varias ocasiones casi se les concedía la supervisión de la colonia, la presión local finalmente hizo que el presidente Estigarribia nombrara a sacerdotes franciscanos para la supervisión espiritual de Santa Isabel en 1940. Sin embargo, el Patronato siguió apoyando a la colonia, espiritual y materialmente, durante la siguiente década, incluyendo el asesoramiento para la creación de una granja STICA y varias mejoras en las infraestructuras realizadas con fondos de la Comisión Interamericana de Salud. En 1950, cuatro hermanas vicentinas se trasladaron a Santa Isabel. Al ver que los pacientes ahora estaban bien atendidos, el Patronato centró su atención en Asunción, donde se estaba haciendo muy poco.
El 14 de septiembre de 1951 se inauguró una clínica para leprosos en el Hospital de Clínicas, equipada íntegramente por el Patronato y sus donantes. Al acto asistieron el embajador Tewsberry de Estados Unidos, el alcalde de Asunción, la esposa del secretario de Estado, el director del hospital y el decano de la facultad de medicina. Poco después, se abrió otra clínica en otra zona de la ciudad, donde sería más accesible para los pacientes ambulatorios. El Dr. Desiderio Meza, leprologista del Patronato, era el médico de cabecera, mientras que otro médico visitaba los hogares puerta por puerta en busca de posibles pacientes. Cuando esa clínica se quedó pequeña, a mediados de 1965 se inició la construcción de unas nuevas instalaciones. El edificio se inauguró oficialmente en octubre de 1968.
Para entonces, y con el impulso de la nacionalización y el declive de las agencias misioneras en general, el trabajo del Patronato se financiaba principalmente a nivel local, con un apoyo limitado de la UCMS y su programa Disciples Decade Capital. Los estudiantes del Colegio organizaban eventos y ferias ocasionales, y las campañas radiofónicas semanales de Aníbal Fadala recaudaban fondos y concienciaban sobre el hecho de que la enfermedad de Hansen ya tenía tratamiento. El Patronato editó y publicó las obras de Manuel Ortiz Guerrero y otros escritores paraguayos, con el fin de ganar fondos y promover la cultura local. Curiosamente, puede que incluso haya una continuidad con los fundadores del Patronato: el investigador Gerhard Ratzlaff sugiere que John Hay pudo haber conocido a Guerrero, fallecido en 1933, en una estancia en Paraguay anterior al mencionado, y que Norment también pudo haberlo conocido. Lo que está claro es que muchos de los miembros y colaboradores del Patronato eran amigos de Guerrero, y que Arturo Alsina, amigo íntimo de Guerrero, trabajó en la colonia de leprosos durante un año, en la década de 1930, mientras Norment estaba ausente.
¿Qué hay de las conexiones regionales, que aparentemente fueron tan significativas pero que apenas han aparecido en esta narrativa? Dado que las fuentes utilizadas para este resumen se basan principalmente en organizaciones de ayuda estadounidenses, esos son los vínculos sobre los que tenemos más información. Sin embargo, las dos actas de las conferencias del Patronato argentino citadas anteriormente insinúan una historia mucho más rica. Sería interesante que un investigador local pudiera profundizar en la historia, tal vez accediendo a los archivos de ambas sociedades. También había conexiones con Brasil, pero principalmente sabemos de los consultores leprologistas traídos por la ALM y la OMS, no de las mujeres privadas que podían haber ayudado o asesorado a sus homólogas en la recaudación de fondos o en los mejores artículos para el cuidado de la lepra. Y, por supuesto, otros países de la región también tenían una alta incidencia de la enfermedad. Los programas de Colombia han sido mejor investigados que la mayoría; ¿los vínculos en el Cono Sur llegaban hasta el Caribe?
El Patronato de Leprosos de Paraguay sigue existiendo en la actualidad. En sus años fundacionales, tenía fuertes conexiones con grandes organizaciones protestantes de ayuda humanitaria del norte global, pero también estrechos vínculos con grupos regionales de filosofía católica o secular; estaba a la vanguardia del desarrollo científico, pero con una fuerte ética espiritual; y sus orígenes inmigrantes no le impidieron convertirse en un firme defensor de la cultura paraguaya y de algunas de las personas más vulnerables del país.
Prensa y fuentes primarias inéditas
Ancestry (http://www.ancestry.com)
Disciples of Christ Historical Society Archives, Bethany, Virginia del Oeste, EE. UU.
Family Search, (https://familysearch.org)
Rockefeller Archives, New York, NY, EE. UU.
World Call, revista misionera de la United Christian Mission Society, 1919-1973.
Bibliografía y fuentes primarias editas
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Lunelli Santos, Francieli y José Augusto Leandro. «Mulheres da Federação das Sociedades de Assistência aos Lázaros e Defesa Contra a Lepra, 1926-1947», Historia, Ciencias, Saude – Manguinhos 26 (diciembre de 2011), suplemento s/p.
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Ratzlaff, Gerhard. Mennonite Hospital Km 81: Love Active in the Deed. Gemeindekomitee, 2001.
Ugarriza, Ricardo G., «Consideraciones sobre el problema de la lepra en Paraguay», International Journal of Leprosy 24, no. 1 (1956): 29-37.
NOTAS:
[1] Coretta Thomson es licenciada en Humanidades por la Universidad de Montevideo y está cursando un máster en Investigación Histórica con la UNED. Vive en el estado de Nueva York, donde dirige las publicaciones en español para la revista Plough.
