Por Cristhian Encina.
Los dos imanes.
En cierta ocasión, un niño jugaba con dos imanes sobre una mesita. Al costado se encontraba un brasero; posteriormente llamó al niño su madre, que olvidó los dos imanes sobre la mesa; uno de ellos se encontraba al borde de ella y se encontraba cerca del brasero. Como el niño no regresaba, el imán comenzó a sentir un calor inaguantable; cuando no pudo resistir más, pidió ayuda al otro imán. Este se arrastró lentamente hacia él, pero a medida que lo hacía, fue empujándolo hacia el brasero porque estaba del lado que poseía la misma carga que el otro. Entonces el otro imán le dijo.
—Apresúrate, que el fuego me está atrayendo hacia él.
El imán se arrastró con más premura y, como consecuencia, lo echó al fuego.
Moraleja: Aunque sean buenas las intenciones, debemos analizar si será útil nuestra ayuda.
