La Iglesia Paraguaya en la era independiente.
Por Cristóbal Duarte Miltos.
En el curso de la historia del Paraguay independiente, la Iglesia paraguaya estuvo en varias ocasiones imposibilitada de ejercer su misión apostólica y moral.
Apenas conseguida la independencia de España, asumió la dictadura, primero temporal y poco después perpetua, el doctor Francia. Y entonces comenzaron las penurias de la Iglesia.
El doctor Francia tomó medidas contra la Iglesia Católica. A la muerte del Dr. Francia no había seminario para la ordenación de sacerdotes y ello, más la persecución religiosa, había reducido considerablemente el número del clero.
El obispo Panés murió dos años antes de Francia y el servil sacerdote a través del cual Francia administraba la iglesia cesó en sus funciones. Entonces Francia tomó directamente la administración de la Iglesia. Los sacramentos administrados durante este periodo fueron declarados nulos y debieron ser administrados nuevamente.
Toda institución que no se renueva está destinada a perecer y tal fue el destino de la Iglesia paraguaya a la muerte de Francia.
Sucedió a Francia don Carlos Antonio López, quien revirtió varias de las medidas de Francia contra la Iglesia, pero mantuvo el control de la misma como lo hiciera el Dr. Francia.
Con Francisco Solano López vino la guerra y con ella las desgracias aún mayores para la Iglesia paraguaya.
El padre Gaona suministra importantes informaciones en su libro El Clero en la guerra del 70. Los sacerdotes combatían en los campos de batalla donde morían o mataban, cuando que la disciplina de la Iglesia prohíbe a los sacerdotes portar o usar armas. 17 sacerdotes perecieron peleando.
24 sacerdotes, incluyendo al obispo Diocesano Manuel Antonio Palacios, fueron ajusticiados con la falsa acusación de ser traidores a la patria. Es tradición que entre ellos hubo quienes se negaron a romper el sigilo sacramental. Ello debe ser investigado, pues de ser comprobado merecen las palmas del martirio y ser elevados a los altares. Hubo más de cuarenta sacerdotes desaparecidos. Antes de la guerra había más de cien sacerdotes y al final de ella solamente 33.
Comprobada la acefalía de la Iglesia Paraguaya por el fusilamiento del obispo Palacios, la Santa Sede procedió a abrir el proceso para reemplazarlo.
El padre Espinosa fue delegado al Paraguay, donde estuvo desde diciembre 1876 a abril 1877, por orden del Internuncio del Vaticano en Río de Janeiro con Monseñor Roncetti, con la misión de que le informe sobre la situación religiosa del país.
El 5 de mayo de 1877 El padre Espinosa envió su mensaje a Monseñor Roncetti. Hizo un estudio minucioso nombrando a cada sacerdote, sobre el cual pudo obtener información mencionando sus virtudes y sus defectos. No encontró ninguno con las cualidades requeridas para ocupar la sede vacante.
El Vaticano también estudiaba la cuestión religiosa del Paraguay. El padre Fabiano de Scandiano presentó su informe al secretario de los Asuntos Eclesiásticos extraordinarios el 23 de mayo de 1877.
Consideraba el padre de Scandiano que la diócesis de la iglesia del Paraguay se encontraba dirigida por un sacerdote “intruso, cismático” “indigno para un cargo tan importante”, además “acusado de grandes crímenes públicos”, el cual debía ser removido inmediatamente del cargo.
Tanto el padre Espinosa como el padre Scandiano llegaron a la conclusión de que “en el Paraguay no hay sacerdotes con las cualidades requeridas por los Cánones Sagrados”, y que, por lo tanto, querían que se nombrase a un extranjero.
Pero ello era imposible porque la constitución establecía que el jefe de la Iglesia paraguaya debía ser un nativo de la república.
Sin embargo, propusieron que, dado que “hay algunos con conducta recta y moral, podría uno de ellos gobernar la diócesis con la asistencia de otro sacerdote extranjero”
Los padres Scandiano y Espinosa se referían al padre Fidel Maíz quien en 1877 estaba administrando la Iglesia en el Paraguay en forma irregular. Los presidentes Rivarola y Gill lo protegían. El clero estaba dividido entre los que lo apoyaban y se oponían a él.
Se acusaba a Maíz por el hecho de haber llegado a esa posición en forma irregular, sin participación de la Santa Sede y por su pasado como fiscal de sangre y por sentenciar a muerte a sacerdotes, incluyendo a su propio obispo.
Había también oposición de los fieles. Cuando Maiz se acercaba al altar para celebrar la misa, los asistentes salían de la iglesia antes de asistir al oficio celebrado por él.
La Santa Sede comunicó al Paraguay que la administración del padre Maíz era “intrusa y anticanónica” y,, por lo tanto todos sus actos viciados de “nulidad”. El padre Maíz se vio obligado a renunciar.
La Santa Sede envió al Paraguay como delegado extraordinario a monseñor Ángelo Di Pietro, quien elevó al Obispado al virtuoso sacerdote Pedro Juan Aponte.
Así se solucionó finalmente el largo y penoso problema de “la cuestión religiosa” del Paraguay.
Luego de Cerro Corá se produjeron cambios radicales en el Paraguay. Se promulgó la primera constitución del Paraguay, la que declaró la libertad de prensa y de cultos, siendo la Católica la oficial del estado. Se organizaron los primeros partidos políticos
Con la creación del Arzobispado y dos Obispados se oficializó la independencia eclesiástica de Buenos Aires.
Reingresaron y se multiplicaron las órdenes religiosas que habían sido suprimidas por Francia, medida que había sido mantenida por los gobiernos posteriores.
Llevó todo este tiempo reparar el daño que Francia había causado a la iglesia paraguaya.
Monseñor Juan Sinforiano Bogarín surgió como el verdadero restaurador de la Iglesia. Pero la Iglesia Católica tuvo que afrontar los ataques de una cultura laica: se canceló la enseñanza religiosa en las escuelas públicas y se trató en el congreso la ley del divorcio. Se atacaron templos.
Hubo otra guerra, esta vez favorable al Paraguay, en la que el clero desempeñó su misión exclusivamente apostólica.
El Paraguay tuvo que soportar otra dictadura del gobierno de Stroessner, la más larga que tuvo el país.
Las denuncias de la Iglesia contra los excesos del gobierno tuvieron como respuesta la prisión, tortura y expulsión de sacerdotes y el allanamiento de instituciones religiosas.
Pero entonces la Iglesia contaba con dirigentes con el suficiente coraje y autoridad moral para afrontar a la dictadura, al punto de declarar la excomunión de un ministro del interior y un jefe de policía.
Monseñor Rolón fue el obispo que hizo tambalear a la dictadura. Ya no era la Iglesia dócil y obediente sometida a la autoridad civil de los primeros tiempos.
Tumbada finalmente la dictadura, una asamblea general con la participación de todos los sectores promulgó una nueva constitución, la cual decretó la separación de la Iglesia y del estado.
Recapitulando: A medio siglo de la existencia del Paraguay como país independiente la Iglesia paraguaya no contaba con obispo, la diócesis vacante dependía de Buenos Aires, no tenía relaciones con Roma, las órdenes religiosas estaban proscritas, el clero era de conducta relajada, desmoralizada, reducido en número porque no habiendo seminario no se ordenaban sacerdotes, por la persecución del clero y la guerra.
Actualmente, la Iglesia paraguaya cuenta con un cardenal, una Arquidiócesis y 16 diócesis en el que habría 79 sacerdotes diocesanos y 295 sacerdotes religiosos y 25 órdenes religiosas.
En 1880 ingresó la primera orden religiosa de mujeres, la de las hermanas Hijas de la Caridad, y el mismo año el de los hombres, los padres Lazaristas, bajo cuya dirección comenzó a funcionar el seminario.
El Paraguay y la Santa Sede mantienen relaciones diplomáticas. El Paraguay tuvo dos visitas Papales: en 1988 Juan Pablo II y en 2015 Francisco.
Santos canonizados son Roque Gonzáles de Santa Cruz y sus dos compañeros y Beatificada Chiquitunga Guggiari. En vías de canonización, el padre Julio César Duarte Ortellado.
La Iglesia Católica cuenta con una Universidad con Facultados en varios puntos de la república y una radiodifusora.
Esta es en apretada síntesis la historia de la Iglesia paraguaya a lo largo de los dos centenarios de la república, con sus sombras y sus luces, con sus bajos y sus altos.
Referencia: Cristóbal Duarte Miltos – Muerte y resurrección de la iglesia paraguaya. Editorial Servilibro. 2021

El Dr. Cristóbal Duarte brillante como siempre!